Irene Vallejo (Zaragoza, 1979), autora de El infinito en un junco, defiende la esencia de su vida: el amor por la lectura. La historia de esa pasión es la esencia de su libro, que es a la vez aquella flor y esta roca.
“La lectura está amenazada ahora, como las palabras”, afirma. Además de las palabras, “están en riesgo la sanidad, la educación pública, el encuentro con lo diferente”. Su libro, por el que este miércoles recibe el premio El Ojo Crítico de Radio Nacional, es una excursión de 450 páginas que dejó boquiabiertos a escritores que doblan su edad o su experiencia, como Juan José Millás o Mario Vargas Llosa. Aún no se cree que este amor suyo por la lectura haya tenido las consecuencias que nuestra cultura reserva al best-seller.
Irene Vallejo Moreu, Doctora en Filología Clásica por las universidades de Zaragoza y Florencia, su labor se centra en la investigación y divulgación de los autores clásicos; así, por ejemplo, colabora con el periódico Heraldo de Aragón, donde mezcla temas de actualidad con enseñanzas del mundo antiguo. Fruto de ese trabajo ha publicado dos libros recopilatorios de sus columnas semanales, El pasado que te espera y Alguien habló de nosotros.
Compagina esa labor con su actividad literaria. En 2011 publicó su primera novela, La luz sepultada, una historia de suspense. Su segunda novela fue El silbido del arquero, publicada por la editorial Contraseña, en la que plantea una historia de aventuras y amor, ambientada en tiempos legendarios, recordando a los conflictos contemporáneos. También ha cultivado la literatura infantil y juvenil con las obras El inventor de viajes, ilustrada por José Luis Cano, y La leyenda de las mareas mansas, en colaboración con la pintora Lina Vila. Ha sido incluida en la antología de narradoras aragonesas Hablarán de nosotras (2016) con el relato El mal invisible.
Su libro es un testimonio de ese amor activo por lo que decían las palabras. “Me gustaban las palabras y los cuentos. Se los pedía a los conocidos y a los desconocidos”. Necesitaba “un suministro constante de cuentos… Era porque en el momento de ir a la cama me contaban cuentos, y yo lo sentía como el instante más feliz del día, y quería que eso trascendiese”. ¿Miedo, quizá? “En ese momento de oscuridad, a solas, con la luz apagada, los cuentos son el salvoconducto que te permite traspasar el miedo”.
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