Viene de Encuentros en la tercera fase (I de II)
“El lenguaje ha de ser sencillo, las expresiones naturales, poco forzadas, la redacción fluida, que lleguen”.
Bueno aquí reconozco que quizás lo natural para mí no lo sea para otr@s, yo estoy acostumbrado a la digresión al escribir, tal vez influenciado por algunas de mis referencias literarias o, más bien, porque esas referencias literarias se acomodan a mi forma de ser o de escribir. Pero para darle más naturalidad luego en algún momento puedo introducir frases (¿monólogos?) como: «Mis hijos son lo mejor que me ha pasado en la vida. Más que otras muchas cosas que he hecho o soñado, y aunque han sido fuente de pena y dolor, de sacrificio y autocensura, al final me queda solo lo positivo».
La segunda persona es un cooperante. Este cooperante volaba desde Lima donde había dado un taller. Quizás pueda poner o empezar con algunas reflexiones. Sí, podemos empezar con algunas de esas típicas reflexiones «existenciales» de los cooperantes internacionales, en torno a la pobreza perpetua, la falta de compromiso, la incoherencia, el paso del tiempo y el esfuerzo perdido. Alguna frase como: «La gente mitifica esta profesión, cuando es una profesión como cualquier otra. ¿Para qué servimos los cooperantes?, no lo sé.» Puedo incluir entonces alguna reflexión adicional sobre la pobreza y la industria de la cooperación al desarrollo, como otro mercado más en un mundo estructuralmente injusto y preparado para reproducir una vez y otra esos retos estructurales. Por supuesto hay que citar ese excelente libro referencia de hace más de 50 años, “Belle du Seigneur”, de Albert Cohen.
La tercera persona es un escritor aficionado o un aficionado a escribir. Uno de es@s que no acaban nunca lo que hace, aunque creen que lo que hacen es bueno y tiene valor. Le dan algún valor, por alguna razón, a escritos inacabados, que nunca pasaron de ser ideas deslavazadas. Sienten o creen o confían que algún día «darán la campanada». Este aficionado escritor volaba desde la capital de una civilización milenaria. Había pasado unas semanas allí y todo aquello le había pillado en Nazca. Otros expatriados habían decidido quedarse, pero este aficionado a la escritura, prefirió partir. Podría introducir frases como: «Llevo tanto tiempo queriendo sentarme a escribir y no consigo nada. Y ahora estoy leyendo este libro de Auster, me parece que mi libro podría contar varias historias entrelazadas. Escribir con naturalidad, directo, sabiendo lo que se quiere decir». Y es que el escritor aficionado podría anhelar, soñar, con escribir un libro sobre un asesinato.
Una vez introducidos los personajes, una vez contado algo de sus vidas, cada uno desde su singular punto de vista y percepción de la vida, pasamos al encuentro. De alguna forma nuestros personajes se dan cuenta de la presencia de los otros en el momento de embarcar. Cómo mantener la intriga hasta el final. Por ejemplo, les puede unir la lectura de un mismo libro (¿qué tal ese de Auster, 4321?) o una misma canción o revista, algo así podría ser un nexo común que nos ayudaría a ir dando pistas sin atar todos los cabos desde el principio.
Aquí también podrían darse varios finales o varios comienzos. O varios nudos. Pero nosotros solo contaremos uno. El hecho de que el vuelo sea en mitad de la pandemia del COVID no hace más que darle un poco de dramatismo a la cosa. El hecho de que las tres personas guardasen un secreto inconfesable le podría dar un poco de misterio o atractivo, de enganche. Por inconfesable quiero decir un secreto que no se puede confesar. Ese hecho también les podría unir o ser un nexo de unión ¿Qué secreto? Ahora no es el momento de decidirlo.
Se encuentran en la cola o en el interior en la fila de tres y empiezan a hablar, a pesar de que no tenían intención de hacerlo, tan cansados como estaban y preocupados por todo eso del COVID. Tengo aun que pensar qué puede ser lo que empieza o da comienzo a la conversación. Quizás un café que se cae encima, o quizás el que no funcionen sus teles o quizás….
Sí, se encuentran en el aeropuerto, leyendo el mismo libro…Pero no. Aunque ahora que lo pienso y retomo de nuevo, no, en lugar de ser tres personas, podría ser la misma personas.
“Las escenas son las que hacen que quien lee entre en el relato, son momentos importantes, no los describas ni los resumas, crea una escena. El conflicto de la historia ha de estar narrado como una escena, inmediata, impactante, en tiempo real. Recordad que las escenas ocurren a al mismo tiempo para el/la lector/a que para el personaje, pueden vivir esa escena en el momento en que transcurre. Ahí reside la emoción, los momentos claves deben ser escenas”.
Los tres personajes, los tres caracteres, las tres formas de ver y sentir y contar la vida, todos, a estas alturas han perdido un poco su rumbo y no saben muy bien hacia dónde van o si están a tiempo de llegar a alguna o a ninguna parte. Han perdido cierta esperanza, cierto empuje, sin duda quedó atrás su alegría e ilusión juvenil. Por eso, solo por eso, ya han entrado en el declive de su madurez. Eso es también algo más que les une, además claro de su encuentro en ese avión rumbo a Addis.
Volvamos a esas tres personas que se encuentran en un avión y al bajar se ha producido un gran cambio. Ya no son la misma persona, sino tres en una. Porque sí, creo finalmente que lo mejor es terminar sorprendiendo con que son la misma persona, que ya no es la misma persona debido a ese cambio. ¿Por qué ese cambio? Quizás han decidido aceptarse mutuamente. Quiero decir que, tras tanto tiempo de cierta esquizofrenia entre estas tres personalidades, este viaje desde São Paulo hasta Addis es iniciático, el inicio de una nueva forma de convivir y entenderse o de quererse, con sus aciertos y sus errores, con sus bondades y falsedades, con sus deseos y sus anhelos y sus falsas esperanzas, que son todas diferentes y, todas una, dentro de la misma poliédrica persona. Tan débil como fuerte, tal vez ni débil ni fuerte, sino un ser en constante búsqueda, en constante afirmación, en constante negación.
Hay que encontrar un motivo, un detonante, una razón para ese gran cambio que tan pocas veces se produce, o nunca. Ese cambio que es visto por tantos como algo tan sencillo como un San Pablo cayéndose de un caballo (podríamos jugar con la terminología de que están en el aeropuerto de São Paulo), aunque ese corto proceso de una caída, a algunos nos lleve varias décadas de transformación, o toda la vida.
Pero ya buscaremos en otro momento la razón para ese gran cambio. Desentrañemos aquí el final, donde los tres, por fin, aceptan que no pueden vivir separados, que han de ser la misma persona y que hasta aquí han llegado, porque hasta ahora todo ha sido confuso. El padre nunca decía que era un escritor y el escritor nunca reconocía que era padre. El cooperante iba a lo suyo, sin incluir al padre y al escritor a su quehacer diario, perdido, soñador, sin aterrizar. Por tanto, el padre va a reforzar su compromiso de ser padre, el cooperante va ser un poco menos cínico y un poco más proactivo, el escritor ha decidido escribir un relato sobre un padre cooperante que escribe un relato sobre un asesinato…
Pero no vamos a dejar que esto termine así, como una historia feliz antes del definitivo «The end» (aparte de las películas, los finales son finales, y no suelen ser felices). Tal vez podamos darle un poco de dramatismo y hacer un relato «como la vida misma”, o casi, » basado en un hecho real»: Justo en el momento en el que nuestro personaje, ahora “uno y trino”, se encuentra a sí mismo (aunque ya con sus tres personalidades), justo en ese momento, podríamos hacer que el avión se estrellase, o hacer que nuestro personaje abriese un sobre o un email de su médico indicándole que tiene un cáncer terminal o una enfermedad incurable y degenerativa. Esto daría para unos meses de disfrute verdadero de la vida, de los pocos días que quedasen por vivir. Y así podemos concluir.
Pero llegado a este punto, me da tanta pereza ahora escribir este relato, mejor dejarlo para otro momento…
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