Escribió en silencio, en soledad entre cuatro paredes, lejos de los aplausos por las obras de teatro que salían de su pluma. Su nombre es una ausencia, una sombra, un vacío y una historia dolorosa. María de la O Lejárraga (San Millán de la Cogolla, 1874-Buenos Aires, 1974) atravesó todo un siglo y fue una de esas mujeres brillantes y pioneras de la Edad de Plata de la literatura española, que abarcó desde 1900 hasta la Guerra Civil.
Novelista, dramaturga, ensayista, traductora, feminista y, sin embargo, ausente de las portadas de sus libros. El nombre que leemos es el de su marido: Gregorio Martínez Sierra, quien recibía elogios en los estrenos de Canción de Cuna o El amor brujo y El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla, mientras la autora y libretista esperaba en casa.
En estos tiempos en los que la historia de la creación parece estar curando olvidos y variando la brújula del canon oficial, la figura de María Lejárraga regresa con sed de justicia poética. La recuperación de su nombre en la portada de su obra supone el reconocimiento a una de las más destacadas autoras de su época.
Sus ideas sobre la acción de las mujeres en la sociedad se articularon en torno a dos elementos: el sexo y la clase social. La maternidad y lo doméstico son temas recurrentes en sus escritos, pero siempre vinculándolos a la individualidad femenina como ciudadana de pleno derecho. Puso especial atención en las mujeres de clase media. En 1914 publicó Cartas a las mujeres de España y, en 1917, Feminismo, feminidad y españolismo además de colaboraciones en prensa en las que destaca «La mujer Moderna» de Blanco y negro.