
Yo, Clara, narradora, debería empezar aquí, pero no empiezo. Porque ¿quién demonios empieza una historia en el restaurante? (Mala narradora: empiezo en la oficina, siempre en la oficina, donde fingimos que algo ocurre).
Fragmento 1: Preludio al hambre
Edgardo dijo que no podía venir porque tenía que trabajar. Ironía de las gordas: todos trabajamos fingiendo que trabajamos. Luis hacía scroll infinito en Excel, Sandro tuneaba un PowerPoint condenado a la papelera y yo redactaba un correo que jamás enviaría. El verdadero menú era el simulacro de productividad, servido a diario y recalentado hasta el aburrimiento.
Fragmento 2: La fuga
Blas se ofreció a llevarnos en coche. Lo importante no era el trayecto, sino la frase con la que nos enganchó en la narración: “Venga, Clara, tápame con el paraguas”. ¿Quién es Clara? ¿Yo, tú, el lector? Da igual. Figurante de lujo.
Destino: un japonés. Aunque Luis, traidor de las tramas lineales, se desvió para comprar sopas instantáneas.










