Ayer fuimos por fin al MAC. La exposición me gustó. Mi padre era artista. Me recordó a tantas exposiciones que visité con mis padres en el Reina Sofia y en otras galerías de ese Madrid de los ochenta. En esos lugares todavía me siento acompañado, comprendo un poco ese mundo, el contexto que hay alrededor de todas esas historias, de esas pinturas, de esas obras.
Entonces no era improbable encontrar obras de artistas hoy desconocid@s, junto a las de otros no tan desconocidos como Rafael Canogar, Eduardo Chillida, Eduardo Úrculo, Manuel Millares, Antonio Saura, Antoni Tàpies o Miquel Barceló (solo hombres entonces?).
Ayer, después, decidimos tomar algo y terminamos en algunos bares de la parte antigua.
Y luego volvimos por el paseo junto al mar, apreciando la luna y las estrellas, y yo volví a sentir ese fuerte dolor en un costado, sin saber si se trataba de esa antigua herida de guerra o de una forma de psicosomatizar mi deriva interior.
Volví a pensar en la Maga y en su negativa.
Alguien dijo que lo más importante no es el dinero, sino la libertad. Supongo que es mejor si tienes suficiente como para saber apreciar lo que es la libertad.
Y antes de dormir, un pensamiento me hizo sonreír. Un pensamiento que me asaltó un poco antes, mientras veía esas estrellas junto al mar: “Quizás yo tuve una vida intensa (también)».
Aunque sigo luchando, día a día, por ser. Sin llegar a comunicar(lo).
Y antes de dormir pensé: «Pero todavía lo mejor está por escribir”.