Esperando a Godot, a veces subtitulada Tragicomedia en dos actos, es una obra perteneciente al teatro del absurdo, escrita a finales de los años 40 por Samuel Beckett y publicada en 1952. Beckett escribió la obra originalmente en francés, su segunda lengua.
La obra se divide en dos actos, y en ambos aparecen dos vagabundos llamados Vladimir y Estragon que esperan en vano junto a un camino a un tal Godot, con quien (quizás) tienen alguna cita. El público nunca llega a saber quién es Godot, o qué tipo de asunto han de tratar con él. En cada acto, aparecen el cruel Pozzo y su esclavo Lucky («afortunado»), seguidos de un muchacho que hace llegar el mensaje a Vladimir y Estragon de que Godot no vendrá hoy, «pero mañana seguro que sí».
Esta trama, que intencionalmente no tiene ningún hecho relevante y es altamente repetitiva, simboliza el tedio y la carencia de significado de la vida humana, tema recurrente del existencialismo. Una interpretación extendida del misteriosamente ausente Godot es que representa a Dios (God), aunque Beckett siempre negó esto.
Interesante artículo, El árbol, de Julio Llamazares relacionado con esta obra: “Carretera de campo con árbol. Noche”. Esta lacónica descripción es toda la indicación escénica que Samuel Beckett hace al comienzo de su famosa obra teatral Esperando a Godot. No se puede decir menos y a la vez más, ni describir mejor este mundo de lo que Beckett hizo con seis palabras.
La visión compartida y la complicidad entre Giacometti y Beckett acabaron alumbrando el árbol que este soñó y ambos deseaban ver y que es el mismo que muchos otros buscamos para apoyarnos en él mientras intentamos comprender el mundo. A falta de uno de escayola o de cualquiera de los que crecen en las cunetas de las carreteras, uno vuelve al poema de Claude Bobin, ese que constituye la mejor descripción de la inseguridad y la duda que uno ha leído: “Me gusta apoyar la mano en el tronco de un árbol no para asegurarme de su existencia, sino de la mía”.