“Leí un libro un día y mi vida entera cambió. Incluso en la primera página, me afectó tanto la intensidad del libro que sentí que mi cuerpo se rompía y se apartaba de la silla donde estaba sentado leyendo el libro que tenía ante mí sobre la mesa. Pero aunque sentí que mi cuerpo se disociaba, todo mi ser permanecía tan concentrado en la mesa que el libro ejercía su influencia no solo en mi alma sino en todos los aspectos de mi identidad. Fue una influencia tan poderosa que la luz que brotaba de las páginas iluminaba mi rostro; su incandescencia deslumbró a mi intelecto, pero también lo dotó de brillante lucidez. Esta era la clase de luz dentro de la cual yo podía refundirme; Podría perder mi camino en esta luz; Ya sentía en la luz las sombras de una existencia que aún tenía que conocer y abrazar. Me senté a la mesa, pasé las páginas, mi mente apenas se daba cuenta de que estaba leyendo, y mi vida entera estaba cambiando a medida que leía las nuevas palabras en cada página. Me sentía tan poco preparado para todo lo que me iba a suceder, y tan indefenso, que al cabo de un rato aparté la cara por instinto como para protegerme del poder que surgía de las páginas. Con miedo me di cuenta de la transformación completa del mundo que me rodeaba, y me sentí superado por un sentimiento de soledad que nunca antes había experimentado, como si hubiera estado varado en un país donde no conocía, ni la configuración del mundo. Ni la tierra ni la lengua ni las costumbres «.
Paul Auster The Brooklyn Follies