Clara, una joven idealista de clase media, comenzó su viaje en Nicaragua con la cooperación española a finales de los noventa. Inspirada por las historias de quienes habían venido antes, se sumergió en su trabajo con entusiasmo. Las palabras de otras amigas cooperantes resonaban en su mente: “¿Cómo podemos ayudar sin perpetuar la dependencia?”
Otras amigas de la facultad le hicieron tener un enfoque crítico, que la hizo cuestionar aún más su trabajo. «¿Era la ayuda humanitaria una forma de colonialismo moderno? ¿Estaba perpetuando estructuras de poder desiguales?» Clara no tenía respuestas, pero se esforzó por encontrar ideas desde la «práctica».
Después, en Etiopía, Clara se enfrentó a dilemas complejos y éticos. Cuándo era correcta la intervención humanitaria y cuándo era mejor dejar que las comunidades encontraran sus propias soluciones. A veces, la línea entre ayuda y paternalismo se volvía borrosa. Cómo era posible a algunos kilómetros de Addis Abeba, la tercera ciudad con más funcionarios internacionales, hubiera tal falta de servicios básicos.
Allí estuvo ella, en la guerra y postguerra en Etiopia, entre 2028 y 2022. Se sentía a su pesar mera espectadora, en medio de esas “nuevas guerras”: a veces la impotencia, a veces la hambruna, a veces la desesperación…muchas, todas a la vez, cuando incluso los esfuerzos más sinceros parecían insuficientes. Pero Clara también descubrió momentos de belleza, momentos de colaboración ciudadana y comunitaria, de liderazgo positivo y de trabajo en equipo.
Algunos antiguos amigos de políticas de la universidad Complutense animaron a Clara a escribir sobre sus experiencias, sus reflexiones y preocupaciones. Clara se propuso escribir un libro de ficción que abarcara los dilemas éticos a los que se había enfrentado. No sería un tratado académico, sino una narrativa personal. Un testimonio de las luchas y los momentos de tristeza y de esperanza que había presenciado o vivido. Tambien quiso utilizarlo para reflexionar en torno a la pregunta: ¿Soy realmente una “facilitadora”, o simplemente otra «pieza burocrática» en un complejo rompecabezas global?
Clara no olvidó las dificultades ni las alegrías. Su corazón llevaba cicatrices, pero todavía latía con emoción, ilusión y gratitud. En su memoria, los rostros de aquellas a quienes había encontrado se entrelazaban con los de sus compañeras de viaje. Su libro, titulado “Caminos Encontrados, Caminos Entrelazados”, sería un recordatorio de que, a pesar de las sombras, todavía seguíamos en el camino.

