
Mi hijo Nicolás, que ahora es más francés que el camembert recalentado, está haciendo una estancia en la embajada de Francia en Panamá y me ha conseguido una invitación para el cóctel diplomático del 14 de julio. Todo bien hasta ahí.
PERO… quiere que vaya en traje.
En Panamá.
Con esa humedad.
Y yo, que como bien saben he nacido para ser libre (como el viento y como los mosquitos que nos acribillan), pensaba ir con una de mis camisas estilo Mao.
Lo bueno —o lo irónico— es que, aunque sean de Kiabi Toledo, se confunden con guayaberas.
Y ahora Nicolás, con su tono post-sorbete de limón, me dice que esas camisas en Francia “son de proletario”.
(A veces me pregunto de dónde le vienen esas ideas. Luego recuerdo que soy yo también el que lo educó. Mea culpa.)
A pesar del tiempo, y de los pesares, yo sigo fiel a mi look ONG chic:
— Sin sandalias (no me gustan; a los mosquitos sí).
— Camisa Mao de saldo.
— Y dignidad tropical.
Pero entonces… ¡zas!
Nicolás se alía con mi madre. Y juntos lanzan el misil intergeneracional:
“Si vas sin traje, te lo voy a estar recordando durante años…”
(Lo que, traducido del maternés al castellano, significa: cadena perpetua emocional con trabajos forzados en la culpa.)
Así que aquí estoy, atrapado entre dos opciones existenciales:
(a) Ir como me da la gana y aceptar de una vez que me borran del testamento por un lado y me condenan al peor asilo posible por el otro (con suerte, uno con bingo; sin suerte, hospicio sin Wi-Fi).
(b) Ponerme el maldito traje, derretirme como fondue suiza y sonreír en francés como si no oliera a desesperación. Y hasta el siguiente chantaje emocional…
Conclusión: Yo siempre fui un cobarde, de los de «es mejor tener paz que tener razon»… Probablemente iré en traje.
Porque la familia te quiere… pero en modo pasivo-agresivo.
Y porque prefiero asfixiarme en lana antes que pasar el resto de mi vida escuchando un “te lo dije” en estéreo dolby surround filo-maternal (y cargar, encima, con la condena de no tener Wi-Fi en el atardecer de la vida, cuando sea totalmente dependiente, winter is coming).
Pero aun cobarde, oye, quizas sea como dicen ahora un visionario estratega. Vengo de un país que inventó la guerra de guerrillas y ganó su primera batalla contra Napoleón sin disparar un tiro (hola, Bailén)…igual entonces puedo sabotear ese cóctel de otra forma.
¿Cervezas este finde para debatir esta tragedia diplomática textil y la mejor estrategia de resistencia?
