Clara, con sus botas embarradas, se encontraba al borde del campamento de refugiados. El aire olía a humedad y a una mezcla de sudor y suciedad. Como cooperante con algunos lustros, había presenciado lo bueno y lo no tan bueno del comportamiento humano y organizacional, incluido el suyo propio. Y eran los momentos silenciosos, aquellos que se colaban entre las grietas de la duda, de la elección, del caos, los que la atormentaban.
En su habitación en el compound, Clara escribía. No solo informes técnicos de seguimiento y evaluación sobre la distribución de alimentos o la construcción de pozos de agua, sino también sus pensamientos más íntimos. Las palabras fluían, mezclando su experiencia profesional con sus anhelos y vacíos personales. Había descubierto que la literatura era su refugio, su forma de procesar el dolor y la esperanza que compartía con aquellos con quienes trabajaba.
Clara narraba las historias de personas, con especial atencion a las mujeres que encontraba. Las madres se ocupaban del hogar, de la educación y trabajaban en multiples tareas casi nunca reconocidas. Sus hijos e hijas jugaban y eran felices en las calles polvorientas. Las jóvenes soñaban con un futuro más allá. Sus relatos no solo hablaban de necesidades básicas, sino también de deseos profundos: el deseo de volver a casa, el deseo de seguridad, el deseo de amar y ser amadas.
Cuando Clara finalmente completó su libro, titulado “Caminos encontrados, caminos entrelazados”, no pudo evitar sentir una mezcla de emoción y tristeza. Las páginas contenían su vida, su tiempo, su trabajo, sus fracasos, sus deseos. Pero también contenían la pasión de las personas, especialmente las mujeres, que habían compartido sus vida con ella.
Clara presentó su libro en conferencias y charlas. Al principio de forma puntual, luego de forma más continua. Las lectoras encontraron en él una voz que resonaba con sus propias luchas y anhelos. Así, Clara se convirtió en una autora inesperada, una voz que trascendía las fronteras y las etiquetas. Su literatura no solo contaba la historia de una cooperante, sino también la de una mujer deseante que había encontrado su voz en medio del caos. Clara había tejido hilos de esperanza, liberación y deseo en su historia y en la de tantas otras. Su éxito radicaba en la liberación que había traído consigo.
