Vivimos encerrados en nosotros mismos, me dijo mi amigo Adolfo.
Uno es lo que ama, no lo que le ama a uno, me repetía también Adolfo como un mantra.
Entonces, un tiempo después, mientras yo seguía esperando a que acabase el mundo, escuché en el programa dominical de la radio esa melodía que me llevó a tiempos pasados: “las muñecas de Famosa se dirigen al portal…”
Decía Maradona que qué jugador hubiera sido sin la cocaína. Y yo, qué escritor hubiera sido yo, sin la tontería y la procrastinación.
Un año, de sorpresas y (des)encuentros, que se ha ido en un suspiro, en el que me di cuenta de que quizás lo que escribo no interesa (a nadie más que a mí).
Me pregunto si este año quiero seguir con esta escritura terapéutica y, el lector se habrá dado cuenta, cómo hacer para que no parezca demasiado patética.
Un año en el que me he encontrado en situaciones límites, con todas mis contradicciones (soy otra estafa más).
Un año en el que murieron otr@s tantos buen@s, incluido Javier Marías…
Un año en el que nací y morí tantas veces. En el que conocí un poco más la geografía americana. Un año de viajes e idas y venidas entre Europa y América.
En el que cultivé cierta escritura, y, siendo cosecha de tanto valor, la perdí. Perdí un cuaderno, mi cuaderno más preciado, en un avión…si a la premio Nobel Annie Ernaux le hubiera pasado algo similar, quizás no hubiera llegado a Nobel, porque se hubiera muerto de tristeza.
Un año en el que me di cuenta de pasiones y retos y oportunidades, en el que conocí a tanta gente.
Y un año en el que intenté aprender a superar esa nostalgia…y aprendí que a veces es mejor estar tranquilo que demostrar que tienes razón…o ¿eso es de cobardes?, o ¿es que uno ya va teniendo demasiadas experiencias? Mi objetivo para este año es contarlas…