Me dijo adiós en sus notas tan ricamente, pero yo no me hice a la idea de no volver a verla.
Al día siguiente, le dije que confundía su vida, que no iba por buen camino. Aunque esta tontería es aplicable a todos los seres humanos, sin excepción.
Que más. Sí. Le dije que vivía cansada, que no acababa de tener ninguna relación estable, que eso de escribir para vivir no era cierto, que ni vivía ni escribía. Que actuaba como si no le conviniese una relación. Que de tanto matar el tiempo, el tiempo muy pronto acabaría con ella.
Le escribiste esa despedida copiada de una canción. Pero tu colega te llama y te llama, te habla y tú haces como que la escuchas. Te ha contado que el cambio es impredecible (y cosas por el estilo) y tú piensas qué haces aquí.
Te dijo que dos años es el tiempo límite para que tu relación desapareciese. Sin embargo, en alguna parte de ti, tú sabes que quizás tu relación ya no existe hace tiempo. Ahora tus sentimientos son un tiovivo. Pasas tiempo fumando, bebiendo y con los cacharritos esos de los que tanto te gusta estar pendiente. No puedes desprenderte de eso. Ahora tienes la suerte de darles exclusividad y de renunciar a escribir. Ya no piensas si te conviene seguir con esa relación.
Tú ves en tu hijo un comportamiento similar al tuyo. Sí, además te enfadas a menudo con él, aunque sabes que debes evitarlo. No le has contado a nadie la pereza que a veces te da la vida, ni que a veces te encuentras en medio de una decisión ya tomada, sabiendo que era errónea, aunque la otra alternativa también.
Te repites cada vez más algunas ideas que ya empiezan a parecer mantras. Que esto empieza a subir la temperatura y que hay que buscar una salida.
Tú sabes que a este lado todo parece deformado, aunque tengas una vaga idea de que fuiste tú la que lo hiciste y que, llegado el momento, nadie vendrá a recoger tus restos. Quieres ir al cine y a tomar un arrocito. Necesitas amor aunque no sepas bailar. Y, sobre todo, no quieres ir a galeras a remar. Pero no quieres complicaciones y prefieres ver Netflix, tomar lo primero que encuentres, y te acabas convenciendo de que no necesitas amor, ni bailar. Sigues renunciando, sigues remando.
