
Clara, una cooperante y escritora apasionada, organizó en el café Libertad de Madrid un cineforum para explorar la figura de Vladimir Mayakovski, un poeta cuya vida y obra la habían fascinado desde niña. Recordaba vívidamente la exposición de artistas rusos en el Museo Reina Sofía, a la que su padre la llevó, y cómo desde entonces se enamoró de la cultura y la vanguardia rusa.
El evento reunió a un grupo diverso de escritores: Juan Bonilla, Antonio Tabucchi, Lara Moreno, Ken Follett y Dmitry Bykov. Clara abrió la sesión presentando a los panelistas y explicando cómo cada uno había abordado la vida del poeta futurista.
Juan Bonilla habló de su novela «Prohibido entrar sin pantalones,» destacando cómo Mayakovski transitó de rebelde vanguardista a poeta nacional y finalmente a crítico del régimen. Antonio Tabucchi siguió con su cuento «Sueño de Vladímir Majakovskij,» describiendo las obsesiones y pasiones del poeta en sus últimos días. Lara Moreno resaltó la calidad lírica de la vida de Mayakovski, mientras que Ken Follett habló sobre su papel simbólico para los disidentes rusos.
Dmitry Bykov, conocido por su biografía del poeta, destacó cómo Mayakovski sigue siendo una fuente de inspiración y resistencia en la Rusia moderna. Bykov también mencionó su proyecto «Citizen Poet,» donde satiriza la realidad social y política de Rusia a través de versos basados en poemas famosos.
Clara exploró la relación entre la cooperación internacional y Mayakovski, explicando cómo el poeta simbolizaba la lucha por la libertad de expresión y la resistencia contra la opresión, valores fundamentales en su trabajo. Utilizaba a Mayakovski para inspirar a otros a luchar por la justicia y la igualdad.
A medida que la discusión avanzaba, Clara sintió una conexión profunda con los panelistas y el público. El cineforum se convirtió en un espacio donde el espíritu de Mayakovski vivía, inspirando reflexiones sobre la creatividad, la rebelión y el poder de las palabras. Clara cerró el evento con una cita del propio Mayakovski: «El arte no es un espejo para reflejar el mundo, sino un martillo para darle forma»
De repente, las luces del cineforum se apagaron y una voz resonó en la oscuridad, recitando uno de los versos más icónicos de Mayakovski. «El barco del amor se ha estrellado contra la vida cotidiana». La audiencia quedó en silencio, inmersa en la atmósfera creada por las palabras del poeta. Clara sonrió, sabiendo que había logrado su objetivo: hacer que Mayakovski volviera a la vida, aunque solo fuera por una noche. Al final del cineforum, uno de los asistentes que pasaban por allí por casualidad y se quedó hasta el final, tocó una canción de su repertorio, una canción a Mayakovski.


