Como se indica en Los libros, la vida… Almudena Grandes la autora de ‘Las edades de Lulú’ abrio con el pregón los actos de Sant Jordi en Barcelona
Sobre la premisa de que los libros son “la última trinchera del conocimiento y el pensamiento sólido, la verdadera osadía intelectual: Twitter es peligroso, el ingenio por delante de la inteligencia”, tampoco tuvo reparos Grandes de mostrar su cocina literaria, siempre tan sagrada en el gremio. Vino a decir que hace lo que haría cualquier madre corriente que quisiera escribir: todo cambió en 1997, cuando su tercera hija, pequeño terremoto de dedos en enchufes y que para no llevarla antes al parvulario y poder escribir la que sería Los años difíciles, cambió el método. “Empecé a tomar notas en un cuadernillo: hasta entonces no tenía sistema alguno: salía una idea, empezaba y a ver a qué final me llevaba”. Ahora, las crisis de escritura las pasa en esas libretas, donde “no hay esquemas sino adjetivos, adverbios y frases subordinadas y los más mínimos detalles de la infancia de los personajes, aunque luego no los use”. Después vendrá “la aventura, porque aquello es el qué, pero el cómo no lo controlas nunca”. Con los años ha tomado como divisa un anuncio de neumáticos: “‘La potencia sin control no sirve de nada’; cada vez lo controlo todo más; de los personajes, no se me amotina ya ni Dios”.
La lectura la ha convertido, dice, “en una persona de izquierdas: leer a los grandes del XIX es una lupa que agranda las injusticias; si no lees, todo eso lo tienes más lejos… ¿Quién puede asomarse a Fortunata y Jacinta y no hacerse de izquierdas?”. No es solo Galdós su favorito: ahí está Verne (“lo único potable en la biblioteca de las monjas donde estudié”) y La Odisea de Homero (“todo lo que le pasaba a Ulises me pasaba a mí”); pero reina el Defoe de Robinson Crusoe: “Mi admiración por los supervivientes viene de ahí, ninguna hazaña es tan esencialmente humana como sobrevivir al infortunio sin perder nunca la dignidad”.
Torrencial, sentimental, comprometida, cercana en sus contradicciones y flaquezas, habló de su nueva entrega de esos episodios de una guerra interminable: “Pasará en los 50, la década más triste, sin esperanza, y la contaré desde un manicomio”. Fue la última confesión de una escritora normal, amiga. De una de los nuestros.

